Practicas de tiro {Percy Jackson}

Ya cuando el sol rozaba el horizonte divisaba desde los arboles como ese coloso emergía, dando comienzo a otro día. Apoyada en el tronco del árbol, recordaba cada día la tortura de los juegos, posiblemente no era del todo una tortura. Me espoleaba, para mi decisión de rebelarme contra los dioses y sus caprichos.  Mi vida era mía, ellos no podían llegar y usarme a su antojo, ya había servido de diversión una vez, para salvar a mí hermana. Los dioses no volverían a tener juegos, esa era mi promesa cada vez que me levantaba.

El sol se alzaba sobre el cielo y aquel amanecer pronto se convirtió en vida el bosque, el canto de los pájaros. Los animales saliendo de sus madrigueras buscando alimento, o acercándose al rio a beber un poco de agua antes de continuar sus largos paseos. Pase el arco por mi cuerpo descansado junto al carcaj y descendí de lo alto. Todas las mañanas entrenaba, era mi rutina, una que siempre tuve y no pretendía cambiar.

No era sociable, no se me daba nada bien hablar con la gente del campamento, con otros rebeldes como yo.  No me gustaba relacionarme  ya que podía perderlos, y ya eran suficientes las muertes y pérdidas que vi, para permitir alguna más. Aunque algunas personas sortearon esas barreras ganándose mi simpatía, complicidad, incluso amistad. Por fin llegue al suelo, mis botas chocaron contra las hojas caídas de aquel árbol y la hierba fresca.

Comencé mis sesiones con una carrera por el bosque, sorteando los árboles, esquivando raíces, piedras y todo tipo de obstáculos. No podía evitar oír aun los cañonazos de las muertes de la Arena. Aumente la velocidad, así me alejaba de ellos. De ese modo mi mente no conseguía traer al recuerdo todo el pasado: la tensión, las muertes, explosiones, picaduras. Aquellas brutalidades a las que éramos sometidos los tributos ante un público que se regocijaba de nuestro sufrimiento, del llanto, de las pérdidas. Me obligue a correr unos kilómetros más, forzando mi resistencia y atravesé por completo el bosque hasta el campo de pruebas.

Me detuve ante la zona de tiro con arco, doblándome. Tomando aire por la nariz y expulsándolo por la boca, sintiéndome viva un día más, dueña de mis acciones, de mi destino. Nadie decidía por mí sin mi consentimiento, era libre,  aunque me gustaría volver a ver a Prim. La deje en Osadía antes de declararme rebelde, muchas veces pensé en darme la vuelta y volver junto a ella. Pero si lo hacía, estaba cediendo que siguiera habiendo tributos y juegos. Imaginarme a mí hermana en la arena, muerta, sin poder hacer nada, provocaba que el fuego invadiera mi cuerpo.

Saque el arco y lo sostuve mientras en silencio tensaba el arco con flecha. Y respire hondo, concentrando mi mente y visión en el objetivo, no había nada más. Nadie interrumpía ese momento. Y solté la cuerda previniendo como la flecha rasgaba el viento a gran velocidad, produciendo un ruido que casi era una melodía para mí. Atravesando el papel y hundiéndose en la madera. Justo en el centro, años y duro entrenamiento habían servido para convertirme en una arquera, una cazadora. Algo de lo que estaba orgullosa. Dibuje una breve sonrisa, cuando oí el crujir de unas ramitas y en segundos volvía a apuntar hacia donde nacía aquel crujido, apuntándole con el arco en tensión y una flecha esperando ser lanzada.

- ¿Quién anda ahí? –pregunté alzando levemente la voz. Normalmente no lo haría, los animales se ahuyentarían, pero estaba entre personas. Rebeldes, y prefería no tener que explicar porque alguno podía acabar con una flecha en el estómago, lo que resultaría un terrible incordio.

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Un rebelde, no era un enemigo, sino aliado. Destensando la cuerda, sosteniendo entre mis dedos la flecha que descansaba en el arco, contemplándolo.  Si bien se hubiese presentado, existía tanta gente en el campamento que no era capaz de recordarle. Demasiados rostros y voces, que no tenían nombre en mi cabeza. Era mejor así, no sufriría por las pérdidas. Ya había experimentado apreciar a alguien y que los dioses la dejaran morir para entretenerse. No ambicionaba volver a repetirlo.

- No me asustaste. –replique con cierta molestia.- Si tratabas de ser sigiloso, deberías estar pendiente de tus pasos, Percy Jackson. Has roto unas ramita, proporcionaste demasiada información a tu enemigo ¿Y si yo fuera un dios? –resoplé, ya actuaba de nuevo como una madre, regañando a un desconocido como si fuera un hijo mío. – Es solo un consejo.

Ya estaba de nuevo aquella mirada, la pude identificar al segundo. Era la típica de “esta chica es familiar” Algo que me hastiaba, porque se repetía sin yo poderlo remediar, me convertí en el centro de atención. Una atracción de los dioses, un tributo vencedor, una asesina. La chica en llamas, la enamorada, que junto a Peeta salimos vencedores. Mentiras, y más mentiras, solo fue para conseguir patrocinadores y vivir. También para que los dioses creyeran, que estábamos tan enamorados, que preferíamos morir juntos a tener que matarnos entre nosotros.

Para mí fue un desafío, desde el comienzo, aunque asustada grite en Osadía que remplazaba a mi hermana como tributo, y me embarcaba a un viaje sin retorno. Era como si Caronte me pidiera, antes de subir al tren, la moneda de oro. Mi destino estaba ya escrito, iba camino hacia la muerte, pero mi mente peleaba aun, forzándome a resistir. Pero para vivir, debía matar a todos los tributos restantes: Hijos de familias, hermanos, primos, nieto de alguien, al igual que yo, gente obligada a pelear por la supervivencia. Vomitar sobre mis principios y sobrevivir, de cualquier modo, como si se tratara de que mi fin justificara los métodos con los que llegue, cubriendo mi vida de mentiras.

- Me sorprende que alguien madrugue tanto para entrenar. – alce el arco apuntando de nuevo a la diana mientras hacía tal observación.

Mi objetivo: dar en el blanco tan cerca como había estado la anterior del punto central. Cuando tensaba la cuerda, era como si todo desapareciera, recordaba las lecciones de mi padre. Mi mente analizaba la tensión del arco, la inclinación, la trayectoria que la flecha haría, como el viento podía desplazarla un poco. Era mi modo de huir, era mi libertad, mis recuerdos felices, no podía ni quería renegar de ellos.

Liberé la flecha de mis dedos y esta segunda se impulsó a gran velocidad, susurrando al viento antes de detenerse. Ante el punto central, esboce una sonrisa y una mezcla de triunfo junto a esfuerzo se regocijaba en mi cuerpo. - ¿Vienes a entrenar con el arco Percy Jackson? – le pregunté, era obvio que mis habilidades sociales estaban por debajo del resto.

Baje el arco cuando Percy dijo que era un rebelde, no por esa palabra en sí, ya que  advertí muchos lobos con piel de cordero, pero algo me decía que podía fiarme de sus palabras. Era como un presentimiento, conocí mucho en poco tiempo, aprendido a no fiarme solo de las palabras, los gestos involuntarios, expresaban más de lo que la persona quisiera confiar a la otra. Aunque notaba algo extraño en sus palabras, supuse que solo era una histeria mía, la que sentía cuando conocía a alguien.

- Sueño ligero, eso me suena muy familiar. –murmuré bajando el tono. Era raro el día que no despertaba con pesadillas, chillando asustada, reviviendo a cada segundo en las pesadillas las muertes, el caos de la Arena, toda la vivencia previa. Exhibirme, mentir y convencer a todos de estaba enamorada cuando no lo sentía del todo. – No  creo que se pueda descansar bien cuando se sabe que tenemos dioses en contra nuestra y pueden atacar en cualquier momento. – esboce una leve sonrisa. Al menos no era la única que comprendía el peligro de todo, y que no nos podíamos permitir perder ni un minuto de entrenamiento.

Tras acertar en la diana, algo que no había sido cuestión de casualidad. Era producto de años, de dolores y moratones en los brazos, de poner a prueba mi cuerpo con la caza, y mejorar mis habilidades. Pero había aprendido, culpa de la Arena, a cazar también humanos, de sentenciarlos con las flechas cuando el dolor recorría mis entrañas. Era una asesina que esperaba expiar su culpa, si bien fuera por supervivencia, por una promesa tanto a Prim como a Rue, no tenía justificación. Ya que ninguno tendríamos que estar allí, nuestro lugar era en las facciones, conviviendo y entrenando para dar lo mejor de nosotros. No matándonos los unos a los otros.

- Así que eres un espadachín. Una vez conocí a alguien que no se manejaba con el arco y yo no sabía bien como elaborar trampas, compartimos los conocimientos y debo decir que fue una gran idea aquella. - ¿Por qué me acercaba tanto a alguien? ¿No aprendí suficiente con el pasado? ¿Mi mente olvidó que cuanto más apreciara a alguien me dolería todavía más su perdida? No era tiempo de tener amigos, no en una guerra, no cuando nuestras vidas pendían de finos hilos. - ¿La mejor? Eso es demasiado, solo es entrenamiento de años lo que hizo que hayas visto que acertara en el blanco, además son buenos recuerdos lo que trae practicarlo. No me imagino sin mi arco. – confesé mientras apartaba la mirada, odiaba que dijeran que era buena, existía gente mejor que yo, no sería justo que yo fuera considerada la mejor de todos.- Hoy me distraje un poco….normalmente entreno antes. El amanecer es algo que se merece ver de vez en cuando. – respondí tranquila, era casi como hablar con Gale, solo que Percy era más pequeño, pero transmitía la misma serenidad.